A quitar alambres que no incumben

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Veremos mejor

martes, 15 de marzo de 2011

Dos miradas sobre los sistemas-mundo

Juan Sebastián Sánchez

Hegemonía y ciencias sociales

Es imposible desligar el desarrollo epistemológico de la ciencia moderna de los procesos geopolíticos que han tenido lugar desde el siglo XVI. A diferencia de otros momentos del pensamiento, donde otras culturas llevaban un largo camino a occidente (como el momento de esplendor “intelectual” árabe o chino), de la mano con el proceso de consolidación del sistema mundo capitalista no sólo echaron raíces en todos los extremos del globo las semillas de su modo propio y vertical modo de organizar la producción y el trabajo. También sucedió así con la ciencia occidental que se posicionó como hegemónica junto a su praxis, el capitalismo. Las demás formas de entender el mundo, ajenas a la tradición europea, fueron menospreciadas y se buscó el más alto grado posible de veracidad positiva en los argumentos de los científicos sociales. ¿Cuántas posibilidades han sido destruidas en nombre de la ciencia moderna? Es plantear que la estructura y superestructura del sistema se han desarrollado y expandido conjuntamente de manera impositiva, hegemónica y opresiva a nivel planetario.

Wallerstein es claro en afirmar la herencia de la ilustración y del pensamiento positivo que existe transversalmente tanto en el liberalismo como en el marxismo. Juntos comparten premisas básicas sobre las que edifican su análisis histórico, por ejemplo el sentido del concepto “progreso” o “desarrollo”, el supuesto de que toda organización social es superior o cualitativamente perfeccionada respecto a su predecesora. Siendo ambos, el marxismo y el liberalismo, fruto del mismo desarrollo del pensamiento europeo, es uno la antítesis del otro y ambos se han desarrollado conjuntamente y en relación con las dinámicas globales del capitalismo. Siendo imposible que las diversas revoluciones socialistas fueran impermeables a los procesos del sistema mundo capitalista, éstas fueron llamaradas “coyunturales” frente a momentos críticos del sistema en “espaciotiempos” geopolíticos concretos, mas continuaron ancladas a las dinámicas internacionales del capitalismo. Se cometieron errores profundos al determinar de manera temprana un marxismo único e irrefutable y su consecuencia fue tanto la aniquilación física de movimientos que representaban “otros marxismos” (ajenos a la corriente leninista) y posteriormente la “explosión de marxismos”[1] que se da a mediados del siglo XX.

Identificar esta relación, liberalismo-marxismo, es solamente posible conjugando el análisis del capitalismo como sistema-mundo bajo una perspectiva de larga duración, ya que nos permite analizar en su justa dimensión espaciotemporal los acontecimientos claves que han sucedido a lo largo del desarrollo del capitalismo. Es imposible la transformación repentina e inmediata de las estructuras de larga duración, (estructuras de “piedra” las llamó Braudel) cuando aún no se encuentran en una fase de declive. En caso del capitalismo, aquel declive se hace evidente, paradójicamente, con la caída del bloque socialista. De la mano con el derrumbe de la URSS, tal como había coincidido anteriormente el desarrollo de la ciencia positiva y del sistema mundo capitalista, se da un salto también a nivel epistemológico en las ciencias naturales y en las sociales. Surgen nuevas formas de observar los procesos sociales que por supuesto son resultantes de una serie de momentos claves tanto en el pensamiento científico como en la organización social. Se analizan los impedimentos epistemológicos y políticos que hasta ahora nos han dejado los planteamientos de la ciencia “universalista”, que resultaron no sólo totalizantes sino totalitarios en sus interpretaciones más limitadas y sus respectivas prácticas. Y son estos mismos impedimentos los que nos invitan a “impensar” no sólo el conocimiento social sino también la práctica política, que requiere ser replanteada y que lo ha sido últimamente desde varios movimientos antisistémicos.

De nuevo la estructura y la superestructura se dinamizan conjuntamente, como un sistema y no de manera causal o determinista, abriendo posibilidades y expectativas frente a opciones políticas y epistemológicas posibles. De acuerdo con la crisis del concepto de “desarrollo”, se nos plantea una responsabilidad actual, real y concreta de cara al futuro de la que debemos tomar parte activa.

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Laura Beltrán Solano

RESEÑA

Después del liberalismo. Immanuel Wallerstein

Para abordar este texto de alguna forma, creo que es importante partir de considerar la magnitud del análisis histórico que Wallerstein hace del sistema mundo actual. Y es que las dimensiones del mismo son enormes, son globales, y a pesar de que siempre se ocupa de los mismos “hechos” o “acontecimientos” históricos, en cada capítulo los aborda desde un punto de vista diferente logrando así poner en evidencia unos ejes transversales que nos permiten ver que él no está sencillamente contando una historia sino que su análisis es científico, tiene una rigurosidad y un método que a pesar de que no se expone directamente, puede abstraerse, puede seguirse. Sin embargo, el tema de la ciencia, el método y la rigurosidad será tocado más adelante en la medida en que suscita varias preguntas y problemas. De entrada, sería necesario pensar en qué medida la intención del autor es producir un texto científico o no.

En este mismo orden de ideas, es necesario hablar de la concepción estructural de la historia que se lee en el trabajo de Wallerstein quien lo que está haciendo al final es develar la estructura sobre la cual se ha construido el sistema mundo actual, la economía-mundo capitalista, y sobre la que, al final de cuentas, también se construirá un nuevo sistema mundo. Es decir, lo que se logra ver es que ha habido una sucesión de diferentes sistemas mundo y que vendrá uno nuevo. Lo anterior, es precisamente una de las tesis gruesas de la obra del autor: la economía-mundo capitalista, como sistema mundo, vendrá a ser sustituida por otro sistema mundo que debemos empezar a construir. Así pues, lo que podría decir al respecto, y a partir de los mismos argumentos que Wallerstein nos expone, es que esta tesis nos contiene en sí misma una concepción teleológica de la historia, pues el autor, aunque no lo dice con palabras concretas, señala que necesariamente vendrá algo más. Y además, la construcción, o el proyecto de la construcción, del nuevo sistema mundo está atravesado por una moral; una moral que, así como nosotros y como Wallerstein, es hija de la revolución de 1968 pues se es optimista en el sentido de que dicho proyecto debe estar atravesado por los valores de la liberación y la igualdad, pues, según la obra, ya es momento de concretarlos en un mundo práctico. Por esta razón es que creo que, antes de asumir los argumentos de Wallerstein, debemos informarnos muy bien sobre quién es, en qué momento escribe lo que leemos y quiénes somos nosotros como lectores. Wallerstein es hijo de un tiempo y de un país y asimismo nosotros también estamos atravesados por nuestras propias condiciones socioculturales a partir de las cuales conocemos un mundo. Por eso es que la semana pasada hablaba de las tesis del autor bajo el calificativo de “tentadoras” puesto que, ya al leer esto, entiendo que, tanto él como yo y como muchos de los que estudiamos ciencias sociales hoy, somos, como lo decía, hijos de la revolución de 1968 pues consideramos que la igualdad y la liberación son proyectos frustrados y mentirosos.

Regreso a lo que exponía en el primer párrafo; la preocupación que puede surgir por el carácter científico que pueda tener el trabajo del que nos ocupamos. Como digo, el proyecto de la construcción de un nuevo sistema mundo es moral. ¿No es esto opuesto a la idea que tenemos de ciencia? Evidentemente, esta pregunta responde a una idea positiva de la ciencia según la cual debemos procurar la objetividad y evitar todo sesgo. Pero, creo que es pertinente la pregunta dado que Wallerstein otorga gran parte de la responsabilidad en dicho proyecto a las ciencias sociales. De aquí deriva otro enorme problema que, a pesar de que no es muy central en este libro, tiene una importancia fundamental. Debe debatirse o al menos cuestionarse una universalidad de la ciencia newtoniana a partir de la “nueva ciencia de la complejidad” (Wallerstein; p.145). Pero, ¿cómo abordar la cuestión del rigor y del método en esta gran empresa que nos deja Wallerstein? ¿Precisamos de ello? Y es que el mismo nos dice que hay diferencias entre, por un lado, la cosmología y los valores fundamentales y por el otro, lo político y la aplicación de los mismos. ¿Y entonces? ¿Cómo comprendemos esta relación entre dos aspectos tan opuestos pero tan íntimamente relacionados? ¿Qué papel jugamos nosotros como científicos sociales? ¿Cómo se organizaría la lucha en ese sentido? ¿Debe haber lucha o todo seguirá el cauce normal de la historia de sustitución tras sustitución y llegado el justo momento sabremos qué hacer?

De otro lado, el otro aspecto que me parece que plantea problemas que tienen que ver con lo anterior, es el tema del Sur. A pesar de que el libro de Wallerstein tiene enormes dimensiones y pues es posible que ampliarlas más sea una empresa muy densa para un solo trabajo, me parece que el “Sur” para este autor es muy reducido. O más bien, el papel de América Latina no logra verse en ese andamiaje mundial que se nos presenta en el libro, ni antes de la economía-mundo capitalista, ni durante, ni, lo que me parece ya grave, después. Es aquí en donde podemos ser realmente críticos con esta obra pues lo que se sugiere en realidad no es muy diferente a lo que hay hoy. A propósito del “tercer mundo”, del “Sur”, los vaticinios de Wallerstein no auguran nada mejor. Al contrario, se seguirá escribiendo una historia de explotación, desigualdad, libertad mentirosa y eternos sometimientos para nuestros países. Luego la “descolonización” no ha acabado, ¿acabará? Según lo que dice el autor, no próximamente. Así que volvamos al tema de la ciencia y al de la historia y es que lo que podría responderse “desde el Sur” es que hay otras historias que no han sido contadas y que no son consideradas dentro del proyecto expuesto en el libro. Son las historias de las “minorías” de las que él mismo habla. Son diferentes pero también se insertan en el sistema mundo y es sobre lo que podríamos aportar aquellos quienes pensamos lo social desde aquí. Hay otros pensamientos, otros mundos que viven dentro del gran sistema mundo y que podrían hablar y aportar a la empresa de la construcción de un nuevo sistema mundo si es que asumimos que va a ser así.

Insisto en el punto de que es necesario cuestionar esa teleología que está implícita en el libro. ¿Cómo damos por sentado que en efecto vendrá otro sistema histórico si es que el mismo Wallerstein nos habla de un punto aterrorizante y sin el cual no conocemos vida? El agotamiento de la “base ecológica” como la llama él, es inminente y las opciones que da a propósito de este problema no son muy convincentes. ¿Cómo podemos apropiarnos de esta problemática desde las ciencias sociales? ¿Cómo integrar este aspecto que es tan básico y sin el cual es absurdo, en mi criterio, formular una ideología? Desde aquí se puede abordar el tema de la división disciplinar que Wallerstein no toca mucho en este libro pero que para él constituye un gran problema en la estructura del saber parcelada que manejamos hoy, la cual es menester deconstruir y reformular pero están allí los problemas metodológicos sobre los que estamos discutiendo.

Referencia:

Wallerstein, I.

Después del liberalismo. México: Siglo veintiuno editores, 1996.



[1] Wallerstein, Immanuel. “Impensar las ciencias sociales”. Siglo XXI Editores. 1999. pp 195